Paleros y Santeros Latino Americanos

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Post Info TOPIC: Babalú Ayé


Santera, ( Moderadora )

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Babalú Ayé


Babalú ayé u obaluayé, nombre con el que también se le conoce, es un Orixá que goza de gran fervor, respeto y popularidad dentro de la Santería. Se sincretiza, en la religión católica, con san Lázaro, que, recordemos, fue un santo anciano que caminaba ayudado por muletas, mostrando sus llagas al mundo y acompañado de sus fieles perros.
En este caso, el sincretismo es tan perfecto que ofrece muchos paralelismos entre la vida de san Lázaro y la del Orixá africano, el muy amado, respetado y temido Babalú Ayé, Baba, como lo llaman cariñosamente sus devotos hijos.
En la imaginería yoruba, a Babalú Ayé, al igual que a san Lázaro, se le representa como un anciano encorvado, cubierto de llagas producidas por la viruela o la lepra, apoyado en muletas para caminar y acompañado por los perros que avisan a los fieles de su llegada.
Sus características físicas hacen de él un Santo Mayor, dios de la lepra, la viruela y de todas las enfermedades contagiosas caracterizadas por una cierta postración o inmovilidad. Muy venerado y a la vez temido, Babalú Ayé representa de igual manera el castigo como el alivio de las epidemias, puesto que es capaz de manejar tanto la enfermedad como su sanación. Él más que nadie sabe del abandono y la desesperación a la que se ve sometido el ser humano cuando enferma gravemente. A través de sus propias laceraciones comprende el dolor y mira con ojos compasivos a quienes, encontrándose en situaciones extremas, solicitan su ayuda. Orixá milagrero y piadoso, es también implacable con quienes se olvidan de cumplir las promesas que le ofrecen. Dicen de él que en su juventud fue muy vividor y mujeriego y que fruto de sus correrías, ya entrado en años, contrajo la lepra. Es por dicha razón que Babalú Ayé recorre el mundo predicando los principios rectos y honestos y las buenas costumbres. Caminando penosamente, hace sonar unas tablillas que anuncian su llegada para que la agente se aparte y pueda librarse de su contagio. Muchos creyentes aseguran que él es el encargado de recibir y velar por los muertos en el recinto del cementerio.
Las vestiduras de Babalú Ayé son de tela de saco con pedazos de cintas moradas. Sus collares son blancos veteados de azul. Como atributos, además de las citadas tablillas, lleva una escobilla hecha con palma de coco con la que limpia y purifica a los enfermos, una pulsera de piel de chivo adornada con siete caracoles, dos perros de metal y dos muletas.
El banquete que podemos ofrecer a Babalú Ayé estará dispuesto sobre una mesa vestida con un paño de tela de saco o yute que podemos embellecer con adornos morados y bordes dorados. En platos blancos se servirán mazorcas de maíz, ajos desgranados y en ristras, pan quemado, pescado ahumado, cocos verdes, agua de coco y vino seco. Sus animales preferidos como ofrenda son la codorniz, el chivo castrado, las gallinas de guinea y los gallos. Los mensajeros de Babalú Ayé son las moscas y los mosquitos, portadores de enfermedades y plagas.
Cuando Babalú Ayé se «monta» o incorpora a uno de sus hijos, éste aparece comportándose como un tullido débil y
enfermo, cojeando, encorvado y agarrotado. Habla con una voz pastosa, como si sus vías respiratorias estuvieran cargadas de mucosidad. Imita movimientos bruscos para espantar los insectos que se posan en sus llagas, agita la escobilla limpiando el ambiente y barre el suelo de toda energía negativa. En numerosas ocasiones también pide vino seco o agua de coco para realizar sus curaciones santas.
Los hijos de Babalú Ayé son dados a rigurosas promesas y sacrificios de flagelación. Muy caritativos y responsables, se preocupan por el bienestar, tanto físico como mental, de las personas de su entorno. Son también muy generosos y altruistas, dando gratuitamente no sólo comprensión, afecto y consuelo, sino también bienes materiales. Las personas necesitadas y desvalidas, tanto física como espiritualmente, se acercan instintivamente a ellos, para los que siempre tendrá las palabras más oportunas y las manos tendidas.

Lázaro

Lázaro


El pensador Voltaire era de la opinión de que «los médicos inoculan drogas y medicinas parcialmente conocidas en unos cuerpos que desconocen por completo». Nosotros, sin llegar a una afirmación tan categórica, sí pensamos que la medicina alopática debe hacer un serio replanteamiento sobre su forma de actuar. Si desea optimizar la sanación de una enfermedad, no tendrá más remedio que prestar una mayor atención al paciente que la padece y contemplar al enfermo como un todo, sin desligar los componentes físicos de los emocionales ni remitirse a meras estadísticas y pruebas de laboratorio.
El ritual que seguidamente vamos a detallar no sólo nos ayudará a mejorar la salud física, sino que también potenciará la creación de un canal de energía positiva que facilitará que nuestro estado anímico y la energía vital se regeneren.
INGREDIENTES
1 paño hecho con yute o tela de saco.
Aceite de romero.
1 vela morada.
Cerillas de madera.
1 incienso natural (litúrgico).
1 mortero con la mano de mortero de madera.
1 pañuelo blanco.
1 cucharada de retama.
1 cucharada de salvia.
7 granos de pimienta negra.
1 cucharada de ortigas.
1 cucharada de zarza.
1 cucharada de mijo.
1 cucharada de cacahuetes.
1 cucharada de sal gorda.
2 platos hondos de color blanco. Agua de lluvia.
Sal fina de mesa.
Otro paño de tela de saco en el que habremos pintado un amplio círculo de color morado.
Jabón de coco.
PREPARACIÓN
En primer lugar, extenderemos el paño de yute encima de una mesa y procederemos a «vestir» o untar la vela morada con el aceite de romero, empezando por la base de la vela en dirección a la mecha. Previamente, habremos gra-
bado en dicha vela las iniciales y fecha de nacimiento de la persona que deseamos aliviar de sus dolencias.
Seguidamente, nos dispondremos a colocar la vela sobre el paño a la derecha, pasando a encender el incienso y colocarlo a la izquierda. Ambos elementos deberán presidir todo el ritual.
Acercaremos uno a uno los ingredientes arriba indicados, es decir: la retama, la salvia, la pimienta negra, las ortigas, la zarza, el mijo, los cacahuetes y la sal gorda, por encima del humo del incienso y de la llama de la vela mientras pedimos a san Lázaro o a Babalú Ayé que nos ayude a solucionar los problemas de salud de tal persona (mencionando el nombre). A continuación, machacaremos en el mortero todos los ingredientes citados con anterioridad.
Una vez tengan una consistencia pastosa los elementos machacados, los depositaremos en el interior del pañuelo blanco, procediendo a cerrarlo con cuatro nudos cruzados formando la figura que asemeje una bola.
El siguiente paso consistirá en depositar el agua de lluvia en un plato y la sal fina en otro.
Pondremos en el suelo el paño de tela de saco pintado con el círculo morado y reseguiremos dicho círculo con sal fina. A continuación pediremos a la persona que se desea aliviar, recién bañada con el jabón de coco, que se coloque en el interior del círculo mientras encomendamos a Babalú Ayé el destino de su salud, procediendo a mencionar su nombre siete veces, en voz alta.
Lo indicado es que el ritual se efectúe con la persona a sanar completamente desnuda, pero en caso de que no exista la confianza suficiente para ello o bien que dicha persona sienta vergüenza y pudor, puede realizarse también yendo vestida con ropa blanca de algodón.
Con el enfermo colocado en el interior del círculo tomaremos, asida por los nudos, la bola hecha con el pañuelo y la pasaremos por encima del incienso y de la llama de la vela, invocando la ayuda de san Lázaro. A continuación mojaremos la bola ligeramente con el agua de lluvia, luego la impregnaremos con la sal fina y procederemos a pasarla por todo el cuerpo del enfermo, desde la cabeza hasta los pies. Dicha operación deberá repetirse al completo siete veces.
Recomendamos que el enfermo se acueste cómodamente abrigado en su cama con sábanas nuevas de color blanco, y nosotros envolveremos todos los elementos que hemos utilizado con el paño grande de saco, haremos un paquete o hatillo y lo iremos a enterrar a la puerta de un cementerio o en un lugar próximo a un recinto sagrado de esta clase.
El enfermo deberá encender durante diecisiete días una vela morada a Babalú Ayé pidiendo con amor y fe por su salud. Cuando se halle sanado tomará el diecisiete por ciento del total de sus ingresos y los ofrecerá a una institución o persona necesitada.



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