Paleros y Santeros Latino Americanos

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Post Info TOPIC: Yemayá, Iemanyá o Iemanjá


Santera, ( Moderadora )

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Yemayá, Iemanyá o Iemanjá


Yemayá es la deidad que representa el principio materno. Es la madre del mundo, la señora de las aguas y la reina de todos los mares. De ella nacen todas las cosas del mundo. Como alta deidad femenina, posee los atributos de la luna.
Las figuras de madera africanas que representan a Ye-maya la recrean como una mujer embarazada, con los senos muy grandes, de estatura mediana, pelo rizado y negra como el azabache. Esta Orixá mayor se sincretiza con la Virgen de Regla.
Dicen que Yemayá se viste con sayas de siete vuelos, y aunque nadie sabe qué esconde bajo ellas anuncia siempre el nacimiento de la vida. Es comprensiva, inteligente y muy amorosa con sus hijos. No obstante, cuando se enoja, es una guerrera terrible e imaginativa; no en vano es la diosa de las aguas saladas y por ello su furia se asemeja al mar embravecido. Yemayá también es buena vidente, prodigiosa hechicera, iluminada, rencorosa e indómita. Pero, detalle curioso, se dice que tiene un miedo terrible a los perros. Yemayá es también la diosa de la inteligencia y de la racionalidad.
Yemayá es bondadosa y paciente con sus hijos, pero también puede mostrarse orgullosa, presuntuosa y altanera. Cuando se enoja provoca calamidades a la persona que la ofende. Los castigos que Yemayá prodiga a sus hijos son duros, inflexibles e implacables. Su severidad es justiciera y exige sumo respeto. Protege a sus hijos de enfermedades relativas al vientre o abdomen y de todo lo que represente un daño físico o la muerte producida por el agua, la humedad o la lluvia.
Quien tenga a Yemayá asentada en su cabeza, o sea, los auténticos hijos de la deidad, deben tocar con la yema de los dedos la tierra como saludo y besar la huella de polvo que ha dejado en los mismos antes de pronunciar su nombre.
Los atributos de Yemayá marcan su idiosincrasia y carácter. Suyos son el sol y la luna, el ancla, el salvavidas, la barca y las pulseras denominadas Bopa. Suya es también la llave que le da la capacidad de entregar su sabiduría o retirarla, y la estrella de mar que custodia el origen de la vida. Suyas son también las conchas y los caracoles, los corales y todo lo relativo a los fondos marinos. Estos objetos deben estar elaborados en acero, plomo o plata.
Yemayá suele usar un manto azul ricamente bordado, una campana y preciosos abanicos con caracoles. Su color es el azul que suele ir acompañado del blanco, en representación de la espuma de las olas.
Cuando Yemayá monta o se posesiona de uno de sus hijos, puede hacerlo tanto como una diosa altanera o como una madre complaciente. Por norma general, el hijo poseído por Yemayá se ríe a carcajadas, se mueve imitando los remolinos marinos y también bracea. La danza de esta Orixá se inicia de forma ondulante y va aumentando de intensidad hasta representar las oscilaciones de un mar embravecido. Es un baile vibrante y vivaz.
El banquete u ofrendas a Yemayá se adornan de flores blancas, coloreadas en azul, que se ponen en un florero cuya agua habremos teñido con un poco de añil o tinta azul. Le gustan las bolas elaboradas con plátano, los frijoles negros, el pescado salado, las ensaladas de berro, cebolla, lechuga y acelgas, las frutas como la papaya, el melón, la pina, las uvas, la sandía, las manzanas y los plátanos verdes. También están entre sus preferencias el marisco y los frutos del mar.
Los alimentos arriba indicados se preparan sobre bandejas blancas, de plata o acero con adornos azules. También se colocan sobre la mesa jarras conteniendo agua de río, de mar y de lluvia.
Los hijos de Yemayá suelen ser estrictos, autoritarios, arrogantes, amantes del lujo y de las joyas, preferentemente piedras preciosas azules, perlas y corales. Tienen mucho espíritu de superación, son luchadores constantes y decididos. Jamás pierden la dignidad frente a los avatares que les reporta la vida, son inteligentes, persuasivos y muy hábiles. Los hijos de Yemayá suelen ser muy buenos padres, educando con amor, diálogo, rectitud y respeto.

Yemayá, Iemanyá o Iemanjá

Iemanjá

Los deseos de nuestra vida forman una cadena cuyos eslabones formados por las esperanzas nos conducen a las realizaciones. Y no hay mayor obra o realización, no hay mayor milagro que el que se produce cuando la semilla del amor fructifica en un hijo deseado.
A pesar de que la más elemental biología indica que para que un nuevo ser vea la luz son necesarios unos nueve meses de gestación, a nivel vibracional dicho espacio de tiempo no es exacto. Un hijo se empieza a gestar a partir del momento en que lo deseamos, en el instante mismo en que, a través de nuestro pensamiento, le insuflamos vida y comenzamos a amarlo de forma anticipada, cuando todavía no es nada ni nadie, sólo un punto luminoso en nuestra intención y sólo pertenece a la más inmaculada de nuestras emociones. Cuando sólo es el más sublime y generoso de los sentimientos.
De todos es sabido que una de las magias más poderosas es la que genera el pensamiento y la intención. Y cuando ambos son puros, los astros se conjugan facilitándonos el camino. Si deseamos descendencia, además de tener en cuenta todo cuanto hemos dicho anteriormente, será muy favorable que pongamos en práctica el ritual que a continuación describimos.
INGREDIENTES
1 mantel azul.
2 velas azul pálido. Cerillas de madera. Miel.
1 bandeja de metal plateado (puede ser de acero inoxidable, plata, alpaca o simple latón).
1 torta confeccionada con harina de maíz mezclada con agua salada.
1 caracola marina.
1 papel de seda de color azul.
Tinta azul.
1 perla.
2 pequeñas cintas, una rosada y la otra celeste. 1 fragante flor blanca de tamaño mediano.
PREPARACIÓN
Extenderemos el mantel sobre el altar improvisado y «vestiremos» las velas, untándolas con la miel desde la base
en dirección a la mecha. Las encenderemos y las pondremos presidiendo el ritual.
Encima de la bandeja, colocaremos la torta de maíz confeccionada con agua salada, a la que daremos una forma plana. Grabaremos en su superficie nuestro nombre y el de la diosa Yemayá. Encima de la torta depositaremos la caracola marina.
Pasaremos el papel de seda azul, cuidando que no se queme, por encima de la llama de ambas velas y seguidamente escribiremos nuestra petición de fertilidad, sin olvidarnos de remarcar el nombre de la persona que desea tener descendencia. Enrollaremos el papelito poniendo la perla en su interior, y lo ataremos con la cinta azul y la rosada de manera que ambas cubran toda la superficie del papel e impidan que la perla se salga.
Una vez hayamos elaborado todo lo citado anteriormente, derramaremos sobre el rollo de papel la miel necesaria para que lo cubra por completo. Acto seguido, introduciremos el papel en el interior de la caracola, procediendo a sellar su abertura con la flor blanca en cuyos pétalos habremos derramado cinco gotas de la cera de ambas velas, un total de diez gotas o lágrimas de cera.
Es importante que dicho ritual lo realicemos con la luna en fase creciente y que una vez las velas se hayan consumido por completo, mientras rezamos a Yemayá o, lo que es lo mismo, a la Virgen de Regla, pongamos todo el conjunto tapado con ayuda del mantel azul debajo de la cama de la persona que ansia la maternidad. Cuando la mujer se quede embarazada deberá acudir a un joyero y mandarle engarzar la perla que contenía el paquete a modo de colgante para el cuello en oro blanco, platino o plata. No se desprenderá de esta joya hasta cuarenta días después de dar a luz. No obstante, si así lo desea, podrá llevarla siempre con ella en agradecimiento a Yemayá, la poderosa Orixá que ha hecho realidad el milagro de la vida.



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